Exposición Tesoros en el Buzón

TESOROS EN EL BUZÓN: EL PUNTO FINAL DEL MARATÓN DE LOS CUENTOS

La exposición de Estrella Ortiz, con éxito de público y crítica, destaca el valor de la comunicación afectiva y artística a través de las postales

“Querida Estrella: Al lado del mar es fácil acordarse de ti”, es uno de los muchos mensajes que se pueden leer en la colección

 

La exposición “Tesoros en el buzón” de Estrella Ortiz cierra jueves 17 sus puertas en la Sala Linajes del Palacio del Infantado de Guadalajara. Un broche de oro, una estela todavía de luz, de un Maratón de los Cuentos que ha brillado en la ciudad con la claridad que desprenden los grandes eventos.

Alrededor de quinientas personas han visitado esta colección de postales, todas ellas escritas a mano y franqueadas, que la narradora ha recibido en el buzón de su casa llegadas desde cualquier punto del planeta, desde setenta países diferentes. También encontramos libros, piezas visuales, creaciones propias e intervenciones. La escritora nos abre las puertas de su intimidad, y en un “pasen y vean” nos adentramos en su mundo cotidiano de arte, palabra y poesía.

La exposición, bellamente montada en bloques de contenido, agrupa postales por su afinidad temática, por su procedencia o por su aspecto estético. El conjunto resulta ser una muestra de gran valor poético que nos invita a recuperar la comunicación escrita a través del correo postal, más llamativo aún en un mundo donde se acostumbra a la rapidez y la caducidad de la comunicación en redes. “La postal no parece que sea una cosa que apetece tirar; está llamada a guardarse”, recoge el escrito “Elogio de la tarjeta postal” de la propia Estrella Ortiz. En la misma línea anuncia la información del Maratón de Cuentos, que dedica su 30 edición a los tesoros: “Cartas y postales en el buzón. Interesante comunicación escrita que en tiempos acelerados es una rareza, un placer, una nostalgia, un regalo. Un pequeño tesoro”. De ahí el nombre que da título al evento.

La exhibición incluye libros sobre la comunicación postal en la que se destaca la figura del cartero y del momento en que se recoge la misiva física en forma de tarjeta y se lee. Son instantes en los que se reaviva la comunicación afectiva y se respetan los tiempos que imprime el viaje, dando valor a la espera y a la sorpresa de recibir en tu casa un regalo en formato papel y manuscrito, palabras que se pueden tocar.

Entre sus piezas, varias intervenciones poéticas que se entienden bajo la mirada, la voz y la explicación de la artífice de esta muestra: una serie de postales sobre Peñíscola de la época del boom turístico español; otra sobre poemas de Miguel Hernández que llegaron a la oficina de Correos sita en la calle del mismo nombre del poeta, en Cabanillas (Guadalajara) con el acuerdo previo de su directora; un conjunto de postales, Islas Mínimas, pintadas a mano por la también narradora Elena Revuelta y textos de la misma Estrella Ortiz, enviadas por personas amigas o conocidas desde distintas islas del archipiélago canario. Y es que esta escritora ha contado con la complicidad de quienes se han prestado al juego y la diversión que encierra todo acto poético. “Islas inmóviles... / Oro. / Porque los sueños / no tienen dueños./ Abrazo apalabrado”, recoge el mensaje de una de las postales de esta serie. Otro: “Tiro mis zapatos / por la borda / porque quisiera ir / hasta vosotras”.

Encontramos también piezas enmarcadas en forma de caligramas y poemas visuales, como el poema Todas las cartas de amor son ridículas, de Fernando Pessoa, caligrafiado

En realidad, el conjunto es un gran poema en sí mismo, y alcanza su valor gracias a la interconexión que se establece entre unas postales y otras, entre unas series y otras, y con el visitante que se detiene a leerlas y permite que la magia de esta iniciativa le acaricie por dentro…

Durante la visita se reconocen cada uno de los pasos del acto comunicativo: la creación de una postal original o el momento de su compra, la elección de las palabras minuciosamente elegidas para la receptora, cercanas y cálidas, el paseo hasta la oficina de Correos, el sello, su franqueo, los carteros que se encargan de que llegue a su destino. Podemos imaginar cómo Estrella abre el buzón, la coge, sus manos perciben su textura, y su nariz, su olor. Busca el momento apropiado para su lectura, quizás ansiosa o quizás pausada junto a una taza de té. La ve, la lee, la relee. Luego la guarda para encontrársela de nuevo diez años después escondida entre las páginas de un libro. Porque las postales no se tiran, no al menos en el instante, como sucede con una carta del banco o con un sobre nominativo de propaganda electoral. Reconoce el cariño del amigo o familiar que le ha escrito, y ese día ya no puede borrar la sonrisa de su boca.

Si uno se para sin prisa a leer los mensajes de estas postales y a disfrutar de sus imágenes (desde paisajes urbanos o rurales, o sevillanas con vestidos de tela y volantes que salen del papel, hasta Pipi Calzaslargas con sus trenzas venciendo la fuerza de la gravedad), todo nos remonta a una esfera de complicidad y nos despierta el deseo de participar en este juego enviando a la narradora una postal tan pronto como regresemos a casa.

“Todo lo que nos une es poesía”, reza un cartel al comienzo de la exposición cerca de una paloma con alas desplegadas iniciando el vuelo. Y es que mandar una postal manuscrita a alguien querido expresándole nuestros afectos y nuestro recuerdo es un acto que nos vincula  y que además está lleno de belleza.

Si Julio Verne hubiera visitado la exposición de Estrella Ortiz, hubiera creado otro Miguel Strogoff, quizás empeñado en servir de cartero en el distrito postal de la comisaria de esta exposición, para ser el primero en leer tantas y tantas postales que llegan a su buzón. Y es que la exposición solamente reúne en torno a una décima parte de las postales que la narradora ha recibido a lo largo de las últimas décadas de su vida. “Ha sido todo un reto seleccionar qué postales incluir en esta muestra”, comenta. Todo empezó como una afición, el gusto por recibir postales, que se fue corriendo entre amigos y conocidos que no perdían la ocasión de enviárselas desde los lugares más recónditos. “BIEN. Te dedico cuatro letras para que sepas que estoy bien. Solo cuatro letras, las que caben en una gota de tinta. En una lágrima en la proa de un barco de papel”, escribe Juan Carlos Martín Ramos en una de las piezas de la muestra.

“Querida Estrella: Al lado del mar es fácil acordarse de ti, por las caracolas, por las olas, por la noche y por las estrellas”, se puede leer en una de las tarjetas. A partir de ahora nos acordaremos de Estrella Ortiz, no solo por sus cuentos, no solo por su personaje de Rotundifolia, no solo por sus conferencias acertadas y emotivas sobre la narración oral, sino por los retazos de su vida leídos en postales, ese rincón de intimidad que nos ha regalado en esta exposición de tesoros que un día y otro y otro… encontró en su buzón. ¡Ojalá vuelva a abrir sus puertas al público en nuevos espacios!

(Susana Mozas).

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