Aprendí a contar cuentos en torno al fuego, o a la sombra del árbol de la palabra. Mis maestros fueron los abuelos de mi pueblo. Mi padre era un respetadísimo maestro de la palabra y, desde temprana edad, me inició al arte de la oralidad. Hoy, cada vez que subo a un escenario, pretendo rendir homenaje a mi padre y a todos las sabios de África. Para mí contar cuentos es algo más que una forma de entretener: es también una manera de sensibilizar, de agitar las conciencias. A través de las historias que yo suelo contar, pretendo que se conozca la Historia de África. En áfrica, los cuentos no tienen edad. Por eso cuento para niños y para adultos.