¿Por qué cuento historias? Recuerdo un verano en casa donde leí un libro que me atrapó desde el principio. Era tal el interés por el desenlace de aquella trama embaucadora que perdí parte de mis primeros amores por conocer el final de la historia. La última página de aquel libro estaba incomprensiblemente en blanco. Una tarde el viento persistente de levante había desnudado las piedras de la playa. Vagabundeando entre ellas alcé, de entre las miles, una muy pequeña, al azar. En su reverso alguien había escrito: THE END. La primera vez que fui a un zoo llevaba un collar prestado que se me cayó al foso de los mandriles. Tras peligrosas fatigas, y utilizando una barra imantada, lograron recuperarlo. La gente curiosa aplaudió a rabiar cuando coloqué de nuevo en mi cuello la orina dorada de mandril. No entiendo cómo quise ser astronauta. ¿Quién puede desear salir de esta Tierra? Perro ladrador, poco mordedor. Aún conservo la herida. Después de una hermosa noche en la bahía de Cádiz, varios peces saltaron a la barca creyendo que estábamos de pesca. Antes de devolverlos al mar…