Porque yo ya no soy quién era, ni tampoco lo quisiera, ando inventando y narrando historias. Recuerdo cuando empecé en esta “movida” que ya empieza a ser “mi vida”; necesitaba siempre de un apoyo material: un dibujo, un títere, una fruta.... Ahora la mayoría de las veces me sobra hasta mi cuerpo y casi siempre la ropa, lo material. Y es que camino en pos de un arte que no alcanzaré jamás. Eterno aprendiz que se divierte engarzando cuatro palabras y soltándolas al aire, para que caigan en oídos generosos. Encantar contando se ha convertido en una obsesión, aparte de una habitual adicción con mezcla de exhibición. He contado historias tradicionales para señores feudales, cuentos de terror a un tremendo dragón, leyendas encantadas para niñas liberadas, historias picantes para políticos y alcaldes, romances de amor a pajarillos en una prisión, pedagogía subliminal a profesores que iban mal, y cosas inexplicables para que se escuchen o se dancen. Nunca hubo malos tiempos para la lírica, quizá hubo malos líricos. Los oídos siempre están prestos, aviesos y deseosos... bueno... y un poco desacostumbrados. En adelante ya no seré NARRADOR solamente, me nombro a mí mismo “DESEMPOLVADOR DE OREJAS”.